Sostenibilidades y sus fundamentos
Sostenibilidad. Innovación. Propósito. Palabras que, una y otra vez, aparecen en discursos corporativos, informes de responsabilidad social y foros globales — normalmente acompañadas de gráficos coloridos, promesas de carbono neutro e imágenes aéreas de bosques que, en la práctica, siguen desapareciendo. Aunque parezca esa práctica de maquillar las acciones de una organización de verde —también conocida como greenwashing—, y muchas veces lo es, no podemos dejar de considerar que hay un esfuerzo genuino por parte de personas y organizaciones de ser más respetuosas con el medio ambiente. Existe, sí, un movimiento creciente, real y fundamentado de transformación.
En este blog, abordaremos cómo la innovación para la sostenibilidad puede, de hecho, dejar de ser una simple palabra de moda y convertirse en un instrumento de cambio sistémico. Innovación no solo como nuevos gadgets o plataformas de reparto, sino como un mecanismo para regenerar ecosistemas, repensar cadenas de valor y volver a colocar al ser humano —y al planeta— en el centro del modelo de desarrollo. Y eso implica tecnología, claro está, pero también política, cultura, educación y emprendimiento con propósito.
Nuestro objetivo con este blog es precisamente contribuir al desarrollo de una masa crítica necesaria para imaginar un mundo más unido y sostenible. Debo señalar, sin embargo, que ciertamente no puedo desvincularme de pensamientos ideológicos, pero también es cierto que estos no me llevarán a crear estereotipos inquebrantables que impiden justamente encontrar soluciones viables para nosotros, los seres humanos, y para nuestra casa, el planeta Tierra.
¿Por qué la sostenibilidad todavía necesita innovación?
El modelo actual de desarrollo sigue siendo insostenible — y fingir que el problema se resuelve con coches eléctricos o pajitas de papel es subestimar la gravedad de la crisis. Como advierte Sachs (2021), el desarrollo sostenible exige un equilibrio entre crecimiento económico, inclusión social y conservación del medio ambiente. Y seamos francos: estamos fallando en los tres pilares. Por muy grave que sea la situación, hay caminos que se están explorando, pero los esfuerzos innovadores necesitan encontrar o reinventar el propio concepto de progreso.
¿Qué tipo de innovación puede, de hecho, promover esa reinvención?
Tomemos como ejemplo la bioeconomía, especialmente aquella basada en la sociobiodiversidad. Esta propone un cambio de paradigma: generar valor económico con el bosque en pie. No se trata simplemente de sustituir la soja por aceite de copaiba en el mercado global (algo que ni siquiera sabemos si es verdaderamente sostenible), sino de construir cadenas productivas que respeten los saberes tradicionales, distribuyan la renta localmente y regeneren ecosistemas (Nobre et al., 2020). En este sentido, la intersección entre pensamientos liberales y sociales es el camino esbozado que pocos desean ver.
También está la economía creativa, que rescata la cultura, el diseño, la música, la artesanía y lo audiovisual como formas legítimas —y sostenibles— de desarrollo. En comunidades amazónicas, ribereñas o en periferias urbanas, la creatividad ha sido motor de resistencia y de negocios de impacto que conectan identidad, inclusión e innovación. Es modesta, poco visible, pero inclusiva y potencialmente transformadora.
Asimismo, existe la innovación social, que surge cuando la tecnología se encuentra con las urgencias humanas. Puede estar en una aplicación que mapea manantiales amenazados, en una cooperativa que utiliza drones para monitorizar incendios, o en un sistema de captación de agua hecho con botellas de plástico. Puede parecer igualmente modesta, pero ahí reside precisamente su poder: en la escala del territorio, en el lenguaje de la comunidad y en la autonomía que genera.
La Amazonía no es solo humo
Como profesor universitario en la Amazonía brasileña, resulta desalentador ver cómo la prensa internacional denuncia —con razón— la devastación de la selva y el avance de los incendios. Entre abril y septiembre del año 2023, nunca antes se había visto tanto humo en las ciudades del norte de Brasil, consecuencia de condiciones climáticas adversas, incendios provocados y del avance de la lógica económica tradicional sobre el bosque. Un avance tan absurdo como el tecnológico en el monitoreo de estos incendios, que, de algún modo, no parece haber surtido el efecto esperado.
A pesar de todo esto, comienza a surgir otra narrativa (aunque tímidamente): la del bosque como laboratorio vivo de soluciones sostenibles. Con su biodiversidad, riqueza genética, sistemas socioecológicos complejos y saberes tradicionales, la Amazonía es un campo fértil para probar modelos de bioeconomía, tecnologías de bajo carbono y redes de innovación local. Carlos Nobre, con su propuesta de Amazonía 4.0, argumenta que es posible desarrollar una economía basada en el bosque en pie, combinando biotecnología, ciencia de datos y conocimientos ancestrales (Nobre et al., 2020). En lugar de extraer madera, podemos extraer moléculas; en lugar de materias primas brutas, crear cosméticos, fármacos, alimentos funcionales — y, de paso, distribuir renta basada en la justicia climática.
La Academia: Entre el Diagnóstico y la Propuesta
La academia siempre ha sabido describir los problemas con precisión. Diagnostica la crisis climática, alerta sobre el colapso de los ecosistemas, cuantifica las desigualdades y calcula las externalidades negativas con una habilidad casi quirúrgica. Pero, ante la urgencia de los tiempos, describir ya no basta: es hora de proponer, colaborar y experimentar. En el contexto de la innovación para la sostenibilidad, la universidad necesita reposicionarse: dejar de ser una torre de marfil para convertirse en un puente de conocimiento entre la ciencia, la sociedad y el mercado.
Esto implica salir de la producción de artículos académicos para indexadores y entrar en el campo de la transformación territorial, cocreando soluciones junto con emprendedores, gestores públicos y comunidades locales.
Al fin y al cabo, la ciencia es —o debería ser— profundamente arraigada. Como defiende Leff (2001), la educación ambiental crítica presupone un compromiso ético con los sujetos y los territorios. En ese proceso, la producción científica necesita dialogar con los saberes tradicionales, reconocer epistemologías plurales e incorporar la complejidad.
Por otro lado, la investigación aplicada e interdisciplinaria, que históricamente ha ocupado un lugar secundario en la carrera académica, ha ganado protagonismo en las grandes agendas globales. Temas como la bioeconomía, la justicia climática, la innovación social y la sostenibilidad urbana exigen enfoques sistémicos, colaborativos y orientados a la solución —no solamente a la observación.
En este escenario, el papel de la extensión universitaria se vuelve aún más estratégico. Es a través de ella que el conocimiento académico se convierte en acción social, que la teoría se encuentra con la práctica, y que la universidad se conecta con las demandas reales de la sociedad. Proyectos de extensión bien estructurados no solo contribuyen al desarrollo local, sino que también retroalimentan a la universidad con datos, experiencias y desafíos concretos. En otras palabras, la extensión es la vía por la que circula la innovación que realmente importa.
Además, la extensión fortalece la lógica de la hélice universitaria —modelo que articula universidad, empresas, gobierno y sociedad civil como pilares de un ecosistema de innovación sostenible. Cuando la universidad se compromete con este ciclo virtuoso, deja de ser únicamente productora de conocimiento y pasa a actuar como catalizadora de transformación social y ambiental.
Emprendedores con Propósito: Los Arquitectos de lo Posible
En medio de discursos corporativos que convierten la sostenibilidad en un eslogan, son los emprendedores con propósito quienes están ofreciendo las respuestas más concretas —y valientes— a los desafíos contemporáneos. Esta nueva generación, menos fascinada por valoraciones infladas y más comprometida con el impacto real, ha demostrado que es posible innovar con sentido, escalar con ética y crecer sin devastar.
Como destacó John Elkington (1999), creador del concepto de triple resultado (triple bottom line), las empresas verdaderamente sostenibles deben equilibrar el rendimiento económico, la responsabilidad social y la integridad medioambiental. Y son precisamente estos tres pilares los que muchos emprendedores contemporáneos colocan en el centro de sus modelos de negocio desde el inicio —no como simple propaganda, sino como base estratégica.
Estos emprendedores operan cada vez más bajo la lógica de la innovación abierta, colaborando con universidades, centros de investigación, comunidades e incluso competidores. Como afirman Chesbrough y Bogers (2014), “la innovación abierta es el uso intencionado de flujos de conocimiento para acelerar la innovación interna y expandir los mercados para el uso externo de la innovación”. En otras palabras: quien comparte, avanza.
Además, las políticas públicas orientadas a la bioeconomía, la economía creativa y la innovación social empiezan a generar un ecosistema mínimamente favorable para que estas ideas florezcan. Incentivos a negocios de impacto, líneas de crédito específicas y marcos legales que reconocen el valor de las soluciones sostenibles son señales de que el Estado, aunque lentamente, comienza a entender el papel estructural de estos emprendedores.
Emprender con propósito hoy no es una moda. Es una estrategia de transformación. Y quien lo ha entendido, ya va en la delantera —aunque todavía esté vendiendo jabón hecho con aceite reciclado en el mercadillo del barrio.
Referencias
- Elkington, J. (1999). Cannibals with forks: The triple bottom line of 21st century business. Capstone.
- Chesbrough, H., & Bogers, M. (2014). Explicating open innovation: Clarifying an emerging paradigm for understanding innovation. In H. Chesbrough, W. Vanhaverbeke & J. West (Eds.), New Frontiers in Open Innovation (pp. 3–28). Oxford University Press.
- Leff, E. (2001). Educación ambiental, ciudadanía y sostenibilidad. Cadernos de Pesquisa, (113), 197–223.
- Nobre, C. A., Sampaio, G., Borma, L. S., & Silva, J. S. (2020). Amazonía 4.0: Una nueva bioeconomía para el bosque en pie. Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo.
- Sachs, J. D. (2021). The age of sustainable development. Columbia University Press.
- Schot, J., & Steinmueller, W. E. (2018). Three frames for innovation policy: R&D, systems of innovation and transformative change. Research Policy, 47(9), 1554–1567. https://doi.org/10.1016/j.respol.2018.08.011